De 1.719 en 2011 a 1.358 en octubre de 2021. Eso son los datos totales de la plantilla que demuestran una pérdida de 361 personas en 10 años. Y será peor.
Veamos por qué. En 2020, 1.430 personas tuvieron alguna nomina, de los cuales 15 se jubilaron definitivamente. Este año en curso, 27 cumplen 65 años, algunos, a fecha de octubre, ya están en esa condición. Hay 300 personas con 60 años o más. No hace falta vislumbrar que el futuro que nos espera es muy negro si no logramos reconducir la situación.
Con esa terrible dinámica nos plantamos en octubre. Con las promesas de unos contratos que no han llegado. Dice la dirección que por negativa de la Junta. Pero lo cierto es que se comprometieron a hacerlos y no los ha hecho.
Llevamos muchos años aguantando cada vez más carga de trabajo sobre cada vez menos espaldas. Esa es la razón de fondo por la que, a jubilaciones, decesos y bajas de larga duración, se suman muchas incapacidades temporales. Durante 2020, esas ITLs permitieron a la empresa ahorrar 3.250.000 euros pero ese ahorro no se ha visto reflejado en el empleo. Esos millones habrán ido a tapar otros agujeros, o a cuadrar cuentas pero no hacer contratos, que es lo que necesitamos. Como consecuencia, un nuevo aumento de la carga de trabajo.
Las quejas de los trabajadores son absolutamente razonables: no podemos más.
También muchas direcciones territoriales están pidiendo ayuda a gritos. No es capacidad de gestión. Es no tener personal que gestionar.
No hay futuro sin nuevas generaciones. Sin personal no se puede producir lo mismo, ni para toda la parrilla. Y no se pueden tapar agujeros a base de complementos “envenenados”, sin transparencia previa, ni con cambios acelerados de categoría. #AsíNo